lunes, 28 de marzo de 2011

Justo acercamiento


Cuando muera / llevadme al campo...
Desde mi rincón en este confín occidental del país, en ese intento de convertir el lejano far west en centro de algo, empezaré hablando de una figura que no deja de despertar mi curiosidad por múltiples razones que se mueven entre lo literario y lo vital. Me estoy refiriendo al poeta Justo Alejo, hijo de Formariz de Sayago y uno de los poetas más interesantes del panorama hispánico de la última mitad del siglo XX, a pesar de su muerte prematura. 
No voy a deternerme en su biografía, destacaré únicamente su insaciable sed de saber, que le llevaría a estudiar varias carreras y su valor como poeta original y fresco, ecléctico y comprometido, gran conocedor de las vanguardias artísticas y literarias del siglo en que vivió. Su nombre está ligado al circulo de escritores y pintores que se reunían en la Libreria Anticuaria Relieve de Valladolid, ciudad en la vivió hasta 1966. Entre los poetas y escritores, el propio Alejo, Francisco Pino, Ramón Torio, Blas Pajarero o Santiago Amón. Entre los artistas plásticos, Félix Cuadrado Lomas, Francisco Sabadell, Domingo Criado, Gabino Gaona... es decir, todos lo que mas tarde serían conocidos como Grupo de Simancas, al que precisamente desde este mes de marzo y hasta el próximo octubre el Museo Patio Herreriano dedica una exposición.
En Madrid, donde residiría hasta su muerte, siguió moviéndose en los ambientes literarios y colaborando asiduamente en varios medios de comunicación. El 11 de enero de 1979 ingresó en la nómina de poetas suicidas arrojándose al vacío desde la cuarta planta del edificio del Ministerio del Aire. En escaso tiempo, publicó con su nombre o con pseudónimos quince libros de poemas, colaboró habitualmente en prensa (Triunfo, El País, El Norte de Castilla...), redactó numerosos estudios e investigaciones sociológicas, antropológicas y folclóricas y ejerció como traductor y crítico. La vallisoletana Fundación Jorge Guillén publicó su Poesía completa en 1997, incluyendo numerosos inéditos; sin embargo, su obra continúa siendo prácticamente desconocida. Y en su tierra, incomprensiblemente desconocida.
La tierra que le vió nacer y su particular lenguaje están muy presente en su trabajo, tanto poético como investigador. Interesante, y muy reveladora, es la lectura de algunos de sus artículos dedicados a la vida en este far west particular. Cualquiera que conozca la zona comprobará que los principales retos son prácticamente los mismos que... en 1972, por más políticas de desarrollo con dotaciones multimillonarias que hayan dedicado 'nuestras' instituciones (no ha lugar aquí la perorata sobre la calaña que nos gobierna pero no me faltan ganas). Como ejemplo, los artículos publicados en la revista Triunfo Marginados en las márgenes del DueroEl fin del comunalismo . Este último, por cierto, rememorando la estancia del escritor y etnógrafo peruano José María Arguedas en la comarca con motivo de la elaboración de su tesis doctoral, al que, de paso, rinde homenaje. Y digo por cierto porque, este 2011, 'celebramos' el centenario del nacimiento del autor de uno de los testimonios más importante del Sayago de los cincuenta, sino el único, como se suelen celebrar estas cosas 'que no importan a nadie' en el far west: con un silencio casi absoluto (con honrosas excepciones en el territorio virtual). Otro olvidado.
Volviendo a Justo Alejo, sus cenizas descansan ahora en un paraje del pueblo de Formariz, 'bajo del árbol', donde una tosca lasca de piedra lo recuerda: Justo Alejo / Poeta / 1936-1979.
Desde aquí también el recuerdo y la invitación a un acercamiento a su obra y figura, que a mí, me ha resultado más que sorprendente: arrebatadora. Como colofón, la última estrofa de su poema Execración, dedicado al río Duero:

¡Vete o muere, río Duero!
¡Vete y no mojes mi flanco!
¡Vete y no digas a nadie
que pasaste por Sayago!

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